AGADIR-SIDI KAUKI. Fin del trayecto.


Escribo esto ya desde casa. Se me hace raro.
Procuro escribir el diario al día, que para eso es un diario, pero no sólo por quienes me leéis (‘afwan, es la verdad) si no por mi. Los días son muy intensos aquí, los estímulos, las sensaciones, los sobresaltos, y para colmo se duerme poco. Así que incluso escribiendo al día, a las dos de la mañana, a veces dudo de si lo que he vivido fue ayer, hoy, por la mañana o por la tarde.
Hoy me parece que Essaouira está muy lejos y es que quizás lo está. De hecho salimos ayer a las 6 de la mañana, apenas paramos para repostar, un café y un bocadillo y llegamos anoche casi a las dos de la mañana. No tuve ni fuerzas para ducharme, así que menos mal que me acogieron en mi camita pese a oler peor que un camello. Eso es amor.
Hoy ya huelo a limpio, me he duchado con agua caliente y ¡con presión!, me he quitado la roña de las uñas (que me ha costado), y he recuperado la intimidad de mi cuarto de baño. He encontrado mi casa más grande, yo creo que ha crecido mientras he estado fuera. Y que de lujos tengo… Este mes pagaré la hipoteca más a gusto.
No sé como describir lo de Sidi Kauki, me resulta extraño. Siento lo mismo que en los reconocimientos. La playa no es mi meta, es el inicio de la vuelta a casa.
Y no os molestéis pero que pesaditos sois haciendo cola para conducir por la orilla (que luego os sorprende que os llame pisa charcos), y lo de que conducir en círculos.., que igual tiene un nombre pero ese no me lo he aprendido. Eso sí, lo de volcar ya es más emocionante, hay que reconocerlo…
Aún así, me alegro de ver algunas caras allí. He conocido gente especial, gente que se enfrenta a esto como una aventura, como un reto, con camaradería y buen rollo, pero sobre todo como una experiencia que compartir entre amigos, entre hermanas, entre padres e hijos. Intuyo que nos volveremos a encontrar en Marruecos.
In sa’a Allah.
Eso sí, macarras o no, hay algo que tenéis en común. A ver si alguien me lo puede explicar: ¿qué pasa?, ¿que a quién le van los coches no le va el fútbol? Porque después de ver el fiasco de ola que interpretasteis para la foto de grupo, constato que no habéis pisado un estadio en vuestra vida. ¿Es que el domingo es el día de limpiar el coche? Ya me lo contaréis…
En fin, no me meto más, que si no cuando nos volvamos a encontrar me van a caer por todos los lados.
Además, nos toca dar las gracias. Porque gracias a vuestras aportaciones vamos a rehabilitar un aula en nuestro cole de El Begaa. Porque gracias a vuestro material, vamos a asegurarnos de que los niños y niñas de esta escuela y de seis escuelas más, vayan a clase con el material suficiente para escolarizarse adecuadamente.
Hemos dejado muchas cosas en Marruecos, pero nos llevamos otras. Compartidlas, con vuestra familia, con amigos y amigas. No volváis con las manos vacías.
Vivimos en un mundo loco en el que muchas personas no tienen nada y pocas personas lo tienen todo. Y aún así, las que lo tenemos todo podemos ser muy arrogantes y mezquinas. Y las que no tienen nada pueden ser generosas y hospitalarias. Creo que lo escribí el primer día, adentrarse en Marruecos es una lección de vida, hay que ser valiente y aprovecharla.
Quizás de vuelta los maleteros estén vacios. Pero estoy convencida, de que nos llevamos más de lo que traemos.
Yo de este último día, me traigo la foto que acompaña este texto.
Mientras vosotros estabais en la playa, los de la furgo, cómo no podíamos entrar, aprovechamos para comer algo en las dunas. Un hombre se acercó a nosotros, hablaba poco francés, pero nos entendimos lo suficiente como para que nos indicase el nombre y los usos de las plantas aromáticas que había a nuestro alrededor. Antes de irse, nos pidió que le tomásemos una fotografía, Pau nos hizo una juntos. Al posar, el hombre me tomó de la mano de forma que ambos sujetásemos la bolsa que él llevaba consigo, insistía en que nuestras manos y la bolsa saliesen en la fotografía. No entendí muy bien porqué.
Hoy mirando la imagen desde casa, me da la sensación de que la bolsa fuese de ambos. Y seguramente en su interior estaban todas las pertenencias de este hombre. Así que siento que las compartió conmigo por un instante. Quién sabe…
Parte de lo que me traigo, también es vuestro: de quienes habéis compartido inquietudes con nosotras, de quienes nos habéis acogido (a nosotras y a nuestros bultos), de quienes habéis compartido un día y otro vuestra fiambrera y vuestra cafetera y vuestra furgoneta.
No hace falta dar nombres. Gracias a todos y a todas.
Bueno sí, un nombre sí que voy a dar. Gracias Rui: pero sigo sin camiseta….

Etapa Ourzazate-Agadir. No me gusta Agadir


Pues ya lo he dicho, eso, que no me gusta Agadir.
Me cambia el humor nada más llegar, es cierto. Aprovecho para pedir perdón a mis compañeros y compañeras de viaje: Lo siento… Es que no lo puedo evitar, si es que hasta había paella en la carta del camping… y no me hagáis hablar más, que hasta doy nombres de comensales…
A lo largo de estos días mucha gente me ha dicho que soy afortunada, que veo siempre el vaso medio lleno, incluso me han preguntado si es una pose o una actitud.
Os saco de dudas: es una actitud. Soy optimista por naturaleza, y eso a que vine a este mundo con fórceps, pero no os equivoquéis, no soy una ingenua.
Claro que en Marruecos no todo es de color de rosa. Pero vamos, lo sé yo y lo sabéis vosotros, Marruecos es de color ámbar, rojo, azul, amarillo, lila, de mil verdes diferentes, es negro y puede ser de un negro muy oscuro.
Hay muchas cosas que no me gustan de Marruecos.
No me gusta Agadir, ya lo he dicho. Tampoco me gustan Torrevieja ni Oropesa del Mar. Perdón a los tres, es sólo una opinión.
No me gusta que se pueda fumar en todas partes. Lo siento, no fumo, y me encanta el olor a menta, a clavo, a jengibre… Ya os vale a los fumadores, que os habéis desquitado en Marruecos.
No me gustan los servicios públicos de este país, ¿a quién si? Aunque tampoco me pilla de nuevas, tengo 37 años y recuerdo perfectamente la letrina en casa de mi tío Andreu y mi tía Pepa. Entonces tendría cuatro o cinco años y me daba tanto miedo que prefería hacer pis en el bancal, y ahora en Marruecos también.
Por cierto, también he de decir que hemos estado en campings y hoteles con wáteres que a nuestra llegada estaban impolutos y hay que ver en que estado los dejábamos aquí los expertos en sanitarios. Que vamos, me sigo quedando con el bancal…
Y ahora que caigo.., ¿no podríais haberos ido a fumar en los servicios rememorando vuestros tiempos mozos? Fíjate que ahí incluso hubiese agradecido el olor a tabaco…
Hay muchas imágenes que me duelen de Marruecos.
Me duelen los campos sembrados de bolsas de plástico que anuncian la entrada a las ciudades. Y también que Sales, desde el coche escoba de la organización, fuese recogiendo los envases y deshechos que algunos equipos dejaban olvidados.
Me duelen las mujeres a pié deslomadas de leña y recipientes con agua, mientras los hombres montan en burro sin carga.
Me duelen las mujeres ocultas tras las ventanas, tras la ropa tendida, tras su ropa.
Me duelen las niñas que cargan con bebés a sus espaldas. Me pregunto si cuándo las obsequiamos con muñecas las verán como un juguete, o como una carga más.
Hay muchas cosas que no me gustan de Marruecos, y la mayoría está más cerca de lo que nos gustaría. No se lo he preguntado nunca, pero seguramente mi madre necesitó en su día el permiso de mi abuelo o de mi padre para sacarse el permiso de conducir o para abrir una cuenta a su nombre.
Ya os lo he dicho antes, soy optimista por convicción, así que no os voy a contar más cosas que no me gustan de Marruecos. Espero que pronto formen parte de un pasado cercano, tan cercano como el nuestro.
Eso sí, insisto ¡no me gusta Agadir¡ Y Carmen y yo vamos de paquete. Así que por favor: que alguien nos saqué de aquí…
¿Alguien me copia? Repito ¿Alguien me copia?

Etapa Merzouga-Ourzazate. Historias.


Hoy hemos abandonado la pista y a nuestra Pili para hacer el tramo por carretera con Perico y Almudena. Y que dolor de corazón…
A mí me ha costado porque ya conocía la pista y a Carmen porque no la conocía.
En mi caso además había comprado unos regalos para la familia que nos acogió durante los reconocimientos. Y me hubiese gustado volver a verles y agradecerles su hospitalidad de nuevo. Pero la realidad de la pista y más si vas en un coche de asistencia técnica es que nos llevan por el retortero, atrás, adelante, eslinga, gato…
Eso no nos permite tener mucho contacto con la población local y si queremos hacer proyectos para la gente de aquí, hay que empezar por conocer a la gente de aquí. Así que hemos dedicado toda nuestra jornada en Ourzazate a hablar con gente. Gente que nos ha ofrecido su tiempo: en el zoco, en un bar, en un taxi o en la calle.
Así que os voy a hablar de gentes y de sus historias, algunas de aquí y otra de allí.
Empiezo por una de allí. Es personal, de Carmen y mía, y de Tere, que es la única Naturadora que os falta por conocer.
Cuando acabábamos de montar nuestra empresita. Éramos tres mujeres, de menos de treinta años. Lo que se suele llamar en nuestra tierra: unes xicones. Xicones con carreras y años de experiencia, pero xicones. Es curioso porque los hombres en la misma situación son emprendedores, pero nosotras las mujeres somos nenas. (En todos los sitios cuecen habas).
En fin, apenas unos meses después de empezar a trabajar, un posible cliente (muy grande) nos pidió una propuesta para un trabajo. Nos ilusionamos, nos emocionamos, apostamos, invertimos y ganamos. Empezamos a trabajar sin contrato, confiamos (era un banco…), pasaron tres meses (sin contrato) era el momento de involucrar a proveedores (sin contrato), desconfiamos, nos pusimos serias, se ofendieron y nos plantaron.
Ellos eran grandes y nosotras pequeñas, tardamos 6 meses y muchas llamadas en conseguir una reunión con el director de la entidad. Nos ofreció una indemnizaciónpor los perjuicios y no la aceptamos, nos desahogamos. Nos preguntó que queríamos y le dijimos la verdad: trabajar. Peleamos y salimos de allí con un contrato.
Nos enfrentamos al grande y éramos pequeñas, pero ganamos. Ganamos porque recuperamos nuestra dignidad, la que sólo se gana trabajando.
Ahora os voy a contar historias de aquí.
Durante la etapa de Merzouga perdimos la pista durante un buen tramo, íbamos remolcando un Opel Astra. Era de noche, estábamos cansados y hacía mucho frío. Omar apareció de la nada con una motito en la noche y se ofreció para guiarnos. No nos pidió dinero, aunque dimos por supuesto que esperaba que a la llegada le pagásemos. Cuando nos despedimos y nos vio rebuscar monedas en los bolsillos. Nos dijo con una mirada franca: preferiría algo de abrigo, en la moto hace mucho frío.
La noche siguiente nos acercamos con Manolo y Loli al pueblo a comprar una tarjeta para el teléfono. Las tiendas estaban cerradas, no encontrábamos y un hombre se ofreció para guiarnos hasta una tienda. A la llegada le ofrecimos unos dírhams, los rechazó y nos dijo que prefería que visitásemos la tienda de su sobrino: sin compromiso, sólo mirar.
Ese mismo día Sales y Julián tuvieron un accidente con el coche y rompieron la luna trasera. Se acercaron a la carpintería para que les hiciesen una chapa a medida. Acordaron un precio, ahora no recuerdo, creo que unos 15 euros. Hizo un buen trabajo y en agradecimiento le ofrecieron unas botas que Julián ya no usaba y algunas camisetas. El carpintero de Merzouga no quiso aceptar más que 2 euros por su trabajo. Les dijo que las botas valían mucho más.
A la entrada de la kasba de Ouarzazate, un chaval de doce años se ofreció para guiarnos, nos habló de las películas que habían rodado allí, incluso nos llevó a casa de un actor local, empapelada con imágenes de las películas en las que había trabajado. Nos condujo entre las callejuelas chapurreando una mezcla de español, italiano, francés y árabe. Cuando salimos de la kasba y nos disponíamos a darle algunos dírhams. Nos dijo que en realidad prefería un euro, para su colección…
Desde allí tomamos un taxi para ir a cenar, sólo pueden llevar a tres personas y éramos cinco, así que subieron Carmen, Loli y Paul, y cómo nos parecía que tampoco estábamos tan lejos, Manolo y yo decidimos ir a pié. Al llegar al bar, el hambre apretaba, y Carmen, Loli y Paul decidieron pedirle al taxista que nos fuese a buscar. Por si no llevábamos suelto le pagaron al taxista por adelantado. Vino a buscarnos, nos pitó, le saludamos. Nos siguió, gesticulando le explicamos desde la acera que seguíamos andando. Finalmente, casi tuvo que aparcar y bajar del coche para explicarnos que nuestros amigos ya le habían pagado, así que o subíamos o nos devolvía el dinero.
Me siento cómoda aquí, me gusta la gente. Me duele ver que la gente de allí, la que es mi gente, les mira con recelo, con desconfianza. La que opina que cuando te ofrecen un servicio es porque quieren algo a cambio (como si hubiese algo malo en el trueque y como si en nuestra casa fuésemos muy altruistas).
Las historias del carpintero de Merzouga o del taxista de Ourzazate no son tan diferentes a la nuestra.
Nos une algo: el respeto por las personas vengan de donde vengan y sean grandes o pequeñas, y el respeto por el trabajo. Porque da igual que seamos guías, carpinteros, sociólogas, taxistas, biólogas, intérpretes o mecánicos. La dignidad sólo nos la da el trabajo, no las indemnizaciones ni las limosnas.

Etapa Merzouga-El Begaa


Voy aprendiendo como funciona esto de los raids. Una de las primeras cosas que me quedó clara es que nunca hay que desaprovechar ni una ducha ni un wáter, porque nunca sabes cuánto tiempo va a pasar hasta que te encuentres con el siguiente. Aunque te de pereza, aunque no hayan ganas, merece la pena hacer el esfuerzo…
Otra cosa que he aprendido es que con esta gente no hay tiempo para nada, así que si quieres hacer algo más que ir de paquete dentro del coche dando tumbos.., hay que aprovechar para hacer cosas cuando están durmiendo, y duermen poco.
Carmen y yo nos hemos levantado de noche para ver amanecer sobre las dunas, y eso nos ha permitido conocer a Mbarek. Él había madrugado más que nosotras para venir andando desde Hassi Labied y esperarnos frente a la terraza del hotel. A nosotras, o a cualquiera que como nosotras quisiese ver amanecer sobre la arena.
Nos ha explicado que tanto él como otros compañeros se ganan la vida ejerciendo como guías, no cobran nada, sólo esperan que durante la visita les des la oportunidad de mostrarte el material que llevan en su mochila, y claro, que además les compres.
Hemos estado hablando un buen rato con él y con otro compañero igual de amable. Mientrás Mbarek le explicaba a Carmen que no sabía exactamente cuántos años tenía, que su abuela era argelina, también bereber y que siempre habían vivido en el desierto. Su compañero me ha dado un curso intensivo de bereber, he aprendido a decir gracias, salud, y mellizos. Porque entre otras cosas hemos hablado de nuestras familias.
Mbarek le ha explicado a Carmen que el tipo de turismo como el de la Maroc Challenge les ha permitido instalarse en Labied, ganarse la vida. Aunque también nos ha confesado que no todos los vecinos comparten su opinión, especialmente porque los vehículos rompen sistemáticamente el intrincado sistema de conducción de aguas que existe bajo las dunas y que les permite cultivar.
Su compañero me ha mostrado como identificar las marcas que deja sobre la arena la fauna del desierto: escarabajos, culebras (aunque ahora ya están aletargadas por el frío) y también me ha mostrado las madrigueras de los zorros del desierto. Me lo ha contado orgulloso, exactamente como quien muestra lo suyo, lo propio, lo que estima.
Les hemos hablado de nuestro proyecto de El Begaa y nos han dado su opinión. Y curiosamente la compartimos. Es cierto que la población aquí tiene muchas carencias básicas, es cierto que las personas que venimos como turistas ayudamos cubriéndolas, pero también es verdad que la relación que se ha creado entre unas y otras no es la más constructiva.
No es bueno que los de fuera no seamos capaces de mirar a los ojos a los de dentro, ni que desconfiemos, ni que no nos reconozcamos en ellos, ni que nos comportemos aquí como no lo haríamos allí. Tampoco es bueno que los de aquí tampoco nos miren a los ojos porque nos ven como un monedero, quizás porque nos comportamos como un monedero y los monederos no tienen ojos, tienen monedas.
Carmen y yo hemos sido honestas desde el principio, no llevábamos dinero, no queríamos comprar y aún así, Mbarek y su compañero han decidido compartir su tiempo con nosotras.
Nosotras hoy hemos mirado a los ojos a dos personas, y ellas también nos han mirado a los ojos. Nos hemos sentado juntos, hemos hablado de nosotras y de ellos, de nuestras familias, nos hemos sorprendido porque nosotras parecemos más jóvenes y ellos más viejos. Y nos han regalado un refrán bereber, se puede ser hermanos de distinta madre.
Todo esto lo cuento, porque sé que muchos de vosotros os habéis sentido decepcionados con la entrega de material en El Begaa. Porque lo hemos entregado directamente al maestro, porque os hemos negado la oportunidad de entregarlo personalmente a un niño o a una niña, porque hemos antepuesto otras cuestiones a las fotos y los vídeos.
En fin, hoy hemos aprendido otra cosa más, aunque ya la intuíamos. No podemos mirarnos a los ojos a la vez cien adultos de allí y cincuenta niños de aquí. Y menos aún con caramelos en las manos. Hay que ganarse las miradas con las manos vacías, sin ruido, sin cámaras.
Y el resto: las cajas y cajas cargadas de libretas, de cuadernos, de lápices, de gomas, de sacapuntas, de compases, de juegos de reglas, de tizas, de balones, de juegos de mesa, de juguetes, de ropa, de zapatos, etc.., con las que habéis cargado tres días vuestros maleteros, vuestros asientos y vuestras vacas aún sabiendo que esto dificultaba vuestra participación. Todo ese material que hoy hemos dejado en El Begaa, esto es otra cosa: es una aportación solidaria a una escuela que hacemos de forma desinteresada, sin esperar nada a cambio, sin contraprestaciones.
Para quienes habéis dejado vuestro material en el hotel, aprovechamos para contaros que Ibrahim,el gerente del hotel Kanz Erremal se ha ofrecido para distribuirlo. Nos ha propuesto llevarlo a poblados alejados de Merzouga, fuera de los circuitos turísticos. El material escolar se entregará directamente en las escuelas, y la ropa, zapatos y juguetes se distribuirán entre campamentos de familias nómadas. Os transcribo los nombres para que lo sepáis: Dumlhadj, Lkhrawiaa, Merdani, Hbdjhan, Tinsrdmine, Tamzyidate, familia nómada Amejoude, familia nómada Znigue y familia nómada Amerbouh.
Para todos y todas los que nos habéis desbordado de material, gracias.
Nos comprometemos a intentar mejorar, a indagar en nuevos proyectos, a buscar más fórmulas que os permitan llevar material gráfico para vuestros patrocinadores, a ahondar en los contactos que hemos realizado estos días (Javier Setien, Moha, Mbarek) a abusar de su ofrecimiento para sacarles toda la información necesaria para hacer crecer este proyecto tal y como lo imaginamos.
Y sobre todas las cosas, y pese a esto es un raid, pese a que vais contra reloj, pese a que hay quien no para ni a comer, y pese a que hay quien no llega a tiempo ni de dormir.., os invitamos a que aprovechéis esta aventura para vivir otra incluso más intensa, más valiente y auténtica: la de mirar a los ojos al otro, la de permitirle que os mire a los ojos. La de encontrar en Marruecos un hermano de otra madre.

Etapa Midelt-Merzouga


Si yo ya sabía que algún día nos íbamos a perder, que íbamos a llegar a las tantas… Que esto no podía ser tan sencillo…
Que si ya nos paso en los reconocimientos un día sí y otro también… Con las viejas glorias que se trae aquí la gente… Bueno, pues para que esperar, ese día ha sido hoy.
Es la una y media de la noche y este es el momento en que por fin nos sentamos con un té calentito frente al ordenador.
Para ser sinceras, antes nos hemos dado una ducha calentita ¡la primera! (la primera calentita al menos). Nos hemos tomado una sopa harira riquísima y un tajin de ternera y membrillo espectacular. También se nos han caído encima todas las estrellas del firmamento, y hemos visto salir una luna roja, enorme, espectacular. Que vamos, igual las estrellas están también en casa y no las vemos, pero esta luna debe ser otro satélite que sólo se ve desde aquí.
Y además y lo más importante, estamos ya en Merzouga, a las puertas del Erg Chebbi. Y eso lo compensa todo, al menos para las personitas como Carmen y como yo que somos dos tipas tranquilas y con horchata en la sangre.
Porque vamos, yo no sé qué os corre a vosotros por las venas, liquido de frenos está claro que no.
Hoy he descubierto que hay gente que disfruta con los problemas, que se emociona cuándo se queda metido en la arena hasta las trancas, que le encanta empujar, meterse en los bajos de su coche, desmontarlos, desmontar el coche entero, volverlo a montar y colocar las piezas sobrantes en la vaca.
Y también he vuelto a constatar que hay buena gente, que cuando los demás tienen problemas, también disfruta sacando una pala, una eslinga, o un slich (que no sé como se escribe pero ya sé lo que es), y echando un cable (nunca mejor dicho) a los compañeros y compañeras.
En fin, que yo qué sé cuántas veces hemos perdido el track, y cargados con un astra o con un ford sierra a cuestas. Tampoco sé cuántas veces han tenido que tirar de nosotras también, mientras a su vez nosotras tirábamos de otros. Eso tampoco sabía que se podía hacer.
En fin, no os voy a engañar, esto no es lo mío. Pero tengo que reconocer que cuando hemos entrado esta mañana en la pista y nuestra Pili se ha puesto como una loca con Elvis Presley a toda caña, pues no sé si es por empatía o porque todos escondemos un alma macarra dentro, pero he disfrutado un montón, y Carmen también, si lo niega tengo pruebas.
Por otra parte y si se trata de ser honesta, pues tampoco es oro todo lo que reluce. Seguro que me tomáis por una hippie ecologista, pero hasta las hippies ecologistas caemos en la tentación de expoliar el patrimonio de este país a precio todo a cien, como por ejemplo comprando una rosa del desierto por 20 dirhams a un niño que podría ser mi hijo, y que hoy estaba trabajando y no en la escuela. Y eso también es pan para hoy y hambre para mañana. ¿No?
Afwan, afwan, afwan. (Perdón, perdón, perdón).

Etapa Guercif-Midelt.


Hoy ha sido nuestra primera experiencia de rally. Como parece que es habitual en este país, hemos empezado con sorpresas porque no hemos podido realizar la etapa prevista.: apareció la NIEVE.
Bueno, en realidad creo que la gente que hemos dormido en el camping, ya lo intuíamos a las dos de la mañana, y a las tres, y a las cuatro… Más o menos desde el momento en que nuestros mocos han empezado a congelarse.
Yo he echado de menos el recorrido que hicimos en los reconocimientos, porque la verdad es que las montañas eran impresionantes, pero tengo que reconocer que he disfrutado mucho de la jornada.
Nos lo hemos pasado genial yendo de paquete con nuestra Pili, aunque la que se lo ha pasado realmente pipa ha sido ella. Y hemos estado muy a gusto con el resto de la gente de la organización.
Por cierto, Ana hace un bacalao para chuparse los dedos. Ahí se nota la solera, la nuestra se mide en latas de atún: 12 latas. No hay color.
Son casi las dos de la mañana, estamos acampados en el salón del camping. La gente está ya en los sacos. Acaban de apagar la estufa. En fin que hoy la cosa va a ser corta por imperiosa necesidad.
Pero hay una cosa que tengo que contar. Hemos conocido a gente increíble, y no estoy hablando de la gente de aquí. Hablo de la gente de allí, de Vitoria, de Valencia, de Teruel, de Cataluña.
Ayer nuestro amigo Mohammed nos dijo que en todas partes hay gente buena y es verdad.
Hoy me voy a acostar más tranquila y os tengo que dar las gracias, me siento acompañada, compartimos las dudas, los sentimientos, los impulsos, los arrebatos.
Esta experiencia, para mí, para Carmen es ante todo una bofetada con la realidad del 80% de las personas que habitan el planeta. Porque nosotras y vosotrxs pertenecemos al otro 20%. Y no hay palabras para describirlo cuando no está la pantalla del televisor de por medio.
Es duro dar cuando sabes que no ayudas dando, que contribuyes a que niños y niñas piensen que el futuro será más fácil si se quedan junto a las pistas y no en la escuela. Es duro no dar cuando puedes dar y se trata de cosas elementales como zapatos o ropa de abrigo. Es triste dar porque damos lo que nos sobra. Es violento dar porque te pones en el lugar de la persona que recibe.
Me imagino que sentiría si un día parase un coche en la puerta de mi casa y les lanzase a mis hijos lo que yo no les puedo ofrecer. Y además lo hiciese como si fuesen palomas, o gorriones, y además fuesen sus sobras, y además luego quisiese sacarse una foto con ellos como si fuesen un objeto turístico, y además lo hiciesen con el objetivo de mostrar a la vuelta lo solidarios que son.
Hoy nos vamos al saco congeladas pero más tranquilas y acompañadas, porque habéis compartido con nosotras vuestras dudas y son las mismas. Porque si no nos cuestionamos estas cosas, no podríamos construir nada y sobre todo porque da gusto irse a la cama sabiendo que en todas partes hay gente buena. También en Vitoria, en Valencia, en Teruel, en Cataluña.